fbpx

Envío gratuito en pedidos superiores a 50€.

Vidas cruzadas: César, Cleopatra, Marco Antonio y las Perlas

Ya sabéis que en este blog tomamos como pretexto las joyas para hablar de hechos curiosos e interesantes y también os habréis dado cuenta de que tengo debilidad por la Roma Antigua, así que hoy os voy a contar unas anécdotas sobre algunos de los personajes más conocidos de la historia y de los que sin embargo, a nivel general, a veces sabemos poco, más allá de lo que las cuatro cosillas que nos enseñan en el cole y lo que hemos visto en las películas. Y es que resulta que las cosas más peculiares, a veces no son las más populares: hoy vamos a enlazar la vida de tres personajes históricos a través de las perlas.

Cayo Julio César, ese hombre
Cayo Julio César, un tipo especial

Decía Plutarco en sus Vidas Paralelas, que los grandes hombres suelen tener grandes virtudes, a la altura de sus grandes vicios y esto le va como un guante a Cayo Julio César, un hombre lleno de luces y sombras. Era  ambiciosos, derrochador, libidinoso y manirroto en su juventud, pero cuando consiguió el poder se comportó con discreción, mesura y frugalidad y se mostró clemente, generoso. Aristócrata de nacimiento, se apoyó en las clases humildes para combatir a los patricios que hacían de la democracia un negocio y una manera de controlar siempre el poder entre una pocas familias. Pero fue también César quien dio el golpe de gracia a esta imperfecta democracia, pero democracia al fin y al cabo, terminando con 400 años de República y dando paso a  la etapa imperial y dictatorial de Roma.

Después de 2000 años, mucho de lo que se cuenta de César posiblemente sea leyenda. Lo que sabemos por el historiador Suetonio es bastante cuestionable, ya que se considera que fue más un recolector de cotilleos que un historiador serio. Está claro que César era muy carismático y parece probado que también muy lujurioso y un gran seductor que “le pegaba a todo”, hasta el punto de que decían que era “el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos”. Pero aunque eran frecuentes los chascarrillos sobre su presunta bisexualidad, no cabe lugar a dudas de que tenía especialmente peligro entre las mujeres, hasta el punto que, cuando sus tropas entraban en Roma en desfile triunfal, iban coreando una canción que decía: “¡encerrad a vuestras esposas que traemos al seductor calvo!”

servilia
Servilia, amante de César y madre de su futuro asesino

¿Y que tiene que ver Julio César con las perlas?  Pues para empezar, después de haber sometido las Galias en el año 54 a.C, comenzó a preparar lo que sería la invasión de las Islas Británicas, ya que estaba convencido de que allí encontrarían perlas en abundancia. Efectivamente, en aquella época, muy poco se conocía de estas islas que eran remotas y salvajes. Y como suele ocurrir, esto da lugar a leyendas. En este aspecto la expedición fue un fracaso, porque en Britania, de perlas, nada de nada. Eso sí, se empezaron a exportar ostras desde allí a Roma, una delicatessen que les encantaba.

Pero no acaba aquí la relación de las perlas con César. Durante más de 20 años su amante favorita fue Servilia, una mujer a la que parece que amó profundamente y a la que regaló una joya que dio mucho que hablar en los mentideros romanos. Fue el bombazo del año: se trataba de una magnífica perla que le costó nada menos que 6 millones de sestercios. Las perlas en aquella época eran carísimas, porque eran siempre importadas desde el lejano oriente, de ahí el interés en encontrarlas más cerca, incluso dando fe a rumores que se demostraron infundados, como en el caso de la Britania.

Por cierto que Servilia era la madre de Bruto, uno de los que iban a asesinar a César en el en el año 44 a.C. (corregida la fecha, me colé). A pesar de que César lo apreciaba, Bruto conspiró contra él porque era fervientemente republicano y lo veía como un dictador que iba a traer de nuevo la monarquía a Roma. La creencia de que Bruto era hijo de César es probablemente falsa y se debe a esta relación que El Divino mantuvo con su madre y también  a la famosa frase de César en el  momento de su asesinato: Tu quoque, fili mi? (¿Tú también , hijo mio?)

Cleopatra VII no era un bellezón, pero algo debía tener
Cleopatra VII no era un bellezón, pero algo debía tener

No fueron las perlas sino el trigo y los tesoros de Egipto los que hicieron que Cesar ambicionase el país de los faraones. Y también, conocer a esa mujer de la que le habían llegado fantásticas referencias sobre sus aptitudes sexuales: la inigualable Cleopatra. Hay que decir que se sabe, gracias a  monedas y esculturas, que no era especialmente guapa y sin embargo, se convirtió en un auténtico mito erótico de la época: sin duda esto la hace una mujer mucho más interesante, ¿no? Mirad que preciosa descripción hace de ella Plutarco:

 su belleza no era tan incomparable como para causar asombro y admiración, pero su trato era tal, que resultaba imposible resistirse. Los encantos de su figura, secundados por las gentilezas de su conversación y por todas las gracias que se desprenden de una feliz personalidad, dejaban en la mente un aguijón que penetraba hasta lo más vivo. Poseía una voluptuosidad infinita al hablar, y tanta dulzura y armonía en el son de su voz que su lengua era como un instrumento de varias cuerdas que manejaba fácilmente y del que extraía, como bien le convenía, los más delicados matices del lenguaje”

Como decía, eran míticas sus asombrosas artes amatorias y la falta de cualquier prejuicio en lo que al sexo se refiere, y eso que en Roma no eran precisamente mojigatos. Varios historiadores dejaron constancia de unas prácticas que no voy a referir aquí, porque son muy fuertes, me da corte contarlas y además tendría que ponerle dos rombos al blog. Además era culta, hablaba siete idiomas, e inteligente, así que decidió conquistar a César y éste se dejó hacer encantado, aunque parece que nunca estuvo realmente enamorado de ella y en cambio, ella sí de él. Esta relación se mantendría hasta el asesinato de César en Roma.

Cleopatra por Waterhouse (1888) con una oscura mirada
Cleopatra por Waterhouse (1888) con una oscura mirada

Cleopatra, jugando hábilmente sus cartas en beneficio de su reino, sedujo entonces a Marco Antonio, hombre vital e impulsivo, que había sido amigo íntimo y mano derecha de César.

Y aquí aparecen de nuevo las perlas: según cuenta Plinio, en una cena que Cleopatra ofreció a Marco Antonio y sus oficiales se sirvieron los más refinados manjares, todo ello en bandejas de oro, con cubiertos de oro, copas de oro y sentados en sillas de oro y le apostó a Marco Antonio que el banquete que le ofrecía costaría 10 millones de sestercios. Cuando estaban acabando Cleopatra volvió a decir que le acababa de invitar a la cena más cara de la historia, a lo que él respondió, que habiendo estado todo de lo más impresionante, muy rico y tal, tampoco era como para decir eso. Llevaba puestas Cleopatra unas espectaculares y famosas perlas de gran tamaño: pidió una copa con vinagre, se sacó una de las perlas y la echó dentro de la copa: el vinagre disolvió la perla y, ante la mirada atónita de Marco Antonio, se la bebió. Cuando iba a hacer lo mismo con la otra perla, Marco Antonio la detuvo y le reconoció que ciertamente era la cena más cara de la historia. Además, se le fundieron los sesos por ella, comenzando así una de las historias de amor más famosas de la historia. Las consecuencias serían fatales para ambos, ya que resultaron ser el bando perdedor en la guerra civil que se libraba en Roma. Su enemigo Octavio, usó este romance como propaganda ante el pueblo romano, predisponiéndolo contra Antonio.

Marco Antonio, coladito hasta los huesos por Cleo
Marco Antonio, coladito hasta los huesos por Cleo

El final de esta historia es bien conocido, en el año 30 a.C : derrotados sus ejércitos, Marco Antonio se suicida  a la romana – arrojándose sobre su espada- y Cleopatra lo hace poco después, aunque seguramente no fue con una mordedura de serpiente, método poco fiable y doloroso. A pesar de la visión romántica que ha dado el cine, posiblemente lo hizo porque sabía a ciencia cierta que el vencedor Octavio, la iban a pasear encadenada como un trofeo por las calles de Roma y encarcelarla de por vida o ajusticiarla. Parece que en el último momento, intentó seducir también Octavio, pero era este un hombre frío y cerebral y la cosa no funcionó.

A pesar de haber sido sus enemigos, Octavio mandó enterrarlos juntos cerca de Alejandría. La tumba nunca ha  aparecido, por lo que su búsqueda es una obsesión para muchos arqueólogos y con razón: sería el hallazgo más importante desde el de Tutankamón. Según se cree Octavio habría mandado hacer un mausoleo discreto pero regio, con gran lujo en su interior. ¿Os imagináis que cualquier día la encuentren? Saldrían a la luz joyas y objetos que nos contarían muchísimas cosas nuevas sobre esta historia y veríamos allí esos dos cuerpos, juntos desde hace más de 2000 años…

Zahi Hawas, eminente (y polémico) egiptologo, nunca ha dejado de buscar la tumba de Cleopatra y Antonio
Zahi Hawas, eminente (y polémico) egiptólogo, nunca ha dejado de buscar la tumba de Cleopatra y Antonio

Por cierto, Marco Antonio quiso regalar a Cleo una joya espectacular pero no pudo conseguirla: se trataba de un impresionante ópalo que era propiedad de un senador llamado Nonius. Este se negó a vendérselo y Marco Antonio no hacía más que insistir hasta que la cosa se convirtió en una cuestión de orgullo para los dos. Nonius, que sabía cómo se las gastaba Marco Antonio, el cual podía ser muy violento, decidió partir al exilio con su ópalo y salvarlo así, probablemente al mismo tiempo que salvaba su vida. Marco Antonio haría a Cleopatra otro regalo no menos valioso: tomó 20000 libros de la biblioteca de Pérgamo, con el consiguiente enfado de las gentes  de allí y se los llevó a su amada a Alejandría, que se convirtió en la biblioteca más importante de la Antigüedad.

Es curioso: más de dos milenios después de estos sucesos, Elisabeth Taylor y Richard Burton, encarnarían a Cleopatra y Marco Antonio en la gran pantalla, siendo también protagonistas de una tórrida historia de amor (y alcohol) en la que hubo una espectacular perla por enmedio, La Peregrina, de la que hablamos hace unos meses. Pasan los siglos pero los seres humanos se parecen siempre en sus virtudes…y en sus vicios.

Regístrate aquí